Aquel vino

Por fin puedo sentir el sedoso tacto de la carta de vinos en mis manos, es demasiado extensa, pero está bien estructurada. Vamos a ver qué elegimos.
El menú degustación pide un vino que no se quede corto, pero tampoco uno que resulte excesivo, creo que optaré por un tinto con algo de barrica bien ensamblada. El presupuesto es limitado, no nos volvamos locos, pero la vida es demasiado corta para beber mal vino.
Elegir para dos es una responsabilidad, pero el acto en sí encierra generosidad y gran dosis de cariño.
Ya está elegido, veamos qué dice el sumiller, espero que no haya problemas.
Todo correcto, botella pedida, la añada es la que se anunciaba y hay existencias, como debe ser.
Mi pareja me pregunta por el vino así que intento explicar cómo es y la razón por la que será éste el que nos acompañe y no otro.
Aquí llega la botella, bien presentada. El descorche y el servicio es muy profesional, eso mejora las cosas.
Y aquí está, el vino en la copa, cereza picota de capa media, ribete violáceo, bonito color. En nariz no es muy intenso, frutos negros y rojos muy maduros, madera muy leve.
Me llevo el vino a la boca, muy fresco, mucha fruta, sabroso, es de los que invitan a beber, un final largo y algo astringente.
El sumiller espera mi veredicto, el vino ha pasado la prueba, es muy adecuado y está muy bueno. Se llenan las copas y empieza el espectáculo.
Y entonces ella dice lo que yo llevo esperando todo este rato: "Buena elección, cariño".


“Participante en el I Premio Vinos y Blogs del III Concurso de Vinos del Noroeste”.

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