Conversaciones incompatibles

No quisiera parecer pedante ni nada parecido, pero creo que cada vez aguanto peor las conversaciones intrascendentes, ésas que tienes que tolerar por educación o, simplemente, porque no puedes irte a otro sitio.
Las personas interesantes nunca hablan de personas, pero, inexplicablemente suele ser ése el tema de conversación de la mayoría de las mismas. No diré nada de los reducidos vocabularios ni de las patadas al diccionario habituales, lo peor es el tema, eso es lo que me aburre. Con la de cuestiones importantes, con la de obras de arte que comentar, ¿cómo me voy a poner a hablar de la tía que se zumba al vecino de al lado? Nuestro sistema educativo es un fracaso, no hay duda.
Lo peor es que esto sucede demasiado a menudo, lo que hace que casi celebre las ocasiones en las que, en una mesa o donde sea, se habla de nacionalismos mal entendidos (aunque alguno revele su vena fascistoide) o de derechos civiles.
Hay temas recurrentes, los hijos y sus bondades personales, las mascotas y su inteligencia (quizá lo más desagradable), el último lío de algún conocido mutuo o la enfermedad del tipo aquel que pasó un día por aquí. Difícil prestar atención, la verdad.
Es mejor ponerse a pensar en otra cosa.

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