Tras las huelga general de ayer

Pues estoy contento con lo que pasó ayer. Ni fue un fracaso de los sindicatos ni dejó a Zapatero sin opciones, volvió a perder la derecha y su despreciable inmovilismo. Se demostró que los ciudadanos de izquierdas creemos que esta situación no es culpa nuestra y no queremos pagar las consecuencias, pero a la vez sabemos que el Gobierno de España toma unas medidas por responsabilidad, no por gusto. Eso sí, esa voz debe ser escuchada.
Leer análisis rigurosos de lo que ocurrió es casi una tarea imposible, aunque alguno hay. Lo demás es la basura mediática a la que este país ya nos tiene acostumbrados, y que trató, los días previos, de amedrentar a unos y otros con la amenaza de piquetes violentos. Una vez más, la incultura hizo el resto y, hasta en ciudades en las que no había tales, se temía su acción. Qué pena da ver de lo que son capaces unos y cómo caen otros en sus redes.
Lo importante, no nos dejemos engañar también, es que el pueblo habló, cesó muchas actividades y enseñó el camino que no quiere llevar. Al Gobierno le corresponde ahora tomar medidas, sean o no sean con respecto a la reforma laboral, que puede contener errores pero me consta que está hecha con buen tino.
Lo mejor de todo es que el Gobierno está cerca de los trabajadores y el entendimiento es muy posible.

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