Ahora es ya de día...
Ahora es ya de día.
Hasta hace poco brillaban las estrellas en el cielo.
Esta mañana no hay nubes, sólo aire
y unos pájaros grises que cantan incasables.
Hace dos días llovió.
Pero hoy no hay más que aire en este amanecer,
en este día sereno que despunta
como un extraño barco en lontananza.
Estoy tranquilo; quiero decir…
que mi muerte y yo estamos bien; gracias a Dios,
mi pequeña parcela está acotada.
¡Pero qué amanecer!
Sólo pájaros grises y unas nubes doradas
que aparecen
como un ligero polvo del desierto.
Se oye también el ruido de algunos camiones.
¡… Y este frescor profundo
que me cala los huesos!
Cuando llegue la tarde quizá llueva.
Tal vez el sol se oculte
para siempre
tras de esa roca inmóvil que se eleva
en donde el horizonte se termina,
allí donde la mar parece cielo.
No importa:
la brisa ha trasladado este momento a mis pupilas
y este pedazo azul de firmamento
se ha llenado por siempre con sus cantos.
Ya todo acaba.
En las quietas ventanas crece el ruido.
La luz se hace más fuerte.
Se han callado los pájaros:
tras de alguna montaña, otros amaneceres los esperan.
Pablo del Águila
Hasta hace poco brillaban las estrellas en el cielo.
Esta mañana no hay nubes, sólo aire
y unos pájaros grises que cantan incasables.
Hace dos días llovió.
Pero hoy no hay más que aire en este amanecer,
en este día sereno que despunta
como un extraño barco en lontananza.
Estoy tranquilo; quiero decir…
que mi muerte y yo estamos bien; gracias a Dios,
mi pequeña parcela está acotada.
¡Pero qué amanecer!
Sólo pájaros grises y unas nubes doradas
que aparecen
como un ligero polvo del desierto.
Se oye también el ruido de algunos camiones.
¡… Y este frescor profundo
que me cala los huesos!
Cuando llegue la tarde quizá llueva.
Tal vez el sol se oculte
para siempre
tras de esa roca inmóvil que se eleva
en donde el horizonte se termina,
allí donde la mar parece cielo.
No importa:
la brisa ha trasladado este momento a mis pupilas
y este pedazo azul de firmamento
se ha llenado por siempre con sus cantos.
Ya todo acaba.
En las quietas ventanas crece el ruido.
La luz se hace más fuerte.
Se han callado los pájaros:
tras de alguna montaña, otros amaneceres los esperan.
Pablo del Águila
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