El inocente
Netflix ha conseguido un sello. No es siempre, pero sí mucho. Adicción sin alma, y eso es todo.
Y aquí otra vez ocurre. Te mantienes pegado al bucle de capítulos, pero no sabes por qué.
Aura Garrida y Juana Acosta, sobre todo, lo intentan. Con algo más de mimbre harían cesta.
Oriol Paulo es tramposo, lo sabemos, pero aquí solo es anodino. E inverosímil, claro.
Ahora bien, ficcción española que trata de ser mundial. Me parece fantástico.
Sigan.
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