Octubre

Estaba echado yo en la tierra, enfrente

el infinito campo de Castilla,

que el otoño envolvía en la amarilla

dulzura de su claro sol poniente.


Lento, el arado, paralelamente

abría el haza oscura, y la sencilla

mano abierta dejaba la semilla

en su entraña partida honradamente


Pensé en arrancarme el corazón y echarlo,

pleno de su sentir alto y profundo,

el ancho surco del terruño tierno,

a ver si con partirlo y con sembrarlo,


la primavera le mostraba al mundo

el árbol puro del amor eterno.



Juan Ramón Jiménez

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